viernes, 29 de febrero de 2008

Adiós.

Te subirías a aquélla suerte de tren fantasma, y sería de madrugada. Tomarías el maquillaje desde tu cartera roja, y esconderías con polvo la tristeza que brillara en tu rostro, dibujando con cautela tus ojos café. Y con el mismo delineador escribirías un adiós sobre la ventana empañada, que sellarías con un beso color púrpura. Sería uno de esos viajes sin regreso que a veces viajabas...
Bajarías, en Cabildo y Juramento. El perfume de la ciudad sabría, tal vez, a profunda melancolía en el instante. Tal vez llovería, tan suave y dulcemente que las gotas serían caricias...
Caminarías por la calle azul, entre rincones de tierra húmeda, sobre algunas flores muertas, cerca del río, lejos de él. Sin rumbo fijo, sin una esquina en cuál llorar... Y tu alma te despistaría y te haría volver sobre tus pasos... Volverías, con tu expresión de promesa partida, estrujada en una mano la carta de tu adiós.

Pero el sol cayó, desvaneciéndose en el cielo. Esperaba verte de nuevo en el gran ventanal, tan hermosa cuál siempre eras... brillando, en la derrota, aún tanto como un ángel. Espléndida, con tu frágil anatomía y con tus lágrimas, o tu sonrisa triste. Tan mía como al alba...

Pero el tiempo pasó, incontenible, sin revés. Y ya no estabas.

Crucé el umbral. Con una pena en mi rostro que intenté esconder (si tuviera al menos, tu cartera roja, tu luz radiante, tu beso sonoro...)
Caminé por las calles azules, entre rincones de tierra húmeda, sobre algunas flores muertas, cerca del río, lejos de él. Sin rumbo fijo, sin una esquina en cuál llorar...

Esta vez no volverías, ni tus ojos café ni tu hermosa melancolía... Esta vez te habías ido.

2 comentarios:

Tomoyo dijo...

Hay veces que es inevitable...y duele mucho...demasiado

• Luthien • dijo...

nooo; lo postée justo un 29 de febrero, qué groso